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Dejar atrás la vida que toleramos.

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   Sofía llegó a nuestra vida el primero de abril del 2014. Para ese entonces, Santiago ya tenía cuatro años con nosotros y al menos en lo que respecta a ser padres, ya no éramos unos novatos.  Nos sentíamos confiados en términos de nuestra nueva logística familiar e incluso meses antes realizamos un presupuesto considerando los gastos a los que en nuestra experiencia, sabíamos nos íbamos a enfrentar. Al final las cuentas empataban con nuestros ingresos, por lo que la emoción era más grande que la preocupación y el futuro no parecía tan complicado.  Oh, sorpresa.  Afortunadamente todo salió bien con Sofía y teníamos ahora a esta nueva y hermosa integrante de la familia. Hablando desde mi experiencia, creo que la conexión emocional del papá tiene un desfase de nueve meses respecto a la de la mamá, nuestro proceso de enamoramiento inicia cuando los vemos por primera vez. Ese primer encuentro es impactante. Y día a día, esta conexión se fortalece. La curva de inclusión de Sofi a la famili

Sopa de letras.

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 Hace poco escribí acerca de mi experimentación con el ayuno prolongado. Ya el año pasado tomaba los Lunes para un ayuno a veinticuatro horas, pero este año di el paso para extenderlo un día más e incluso, una sola ocasión, a setenta y dos horas. El protocolo que hasta este momento encontré se adecúa a mi rutina, es ingerir el último alimento de la semana el domingo a las seis de la tarde y retomar el Martes a las ocho de la noche. Al principio el día uno era muy difícil, alrededor de la hora dieciocho me empezaba a doler la cabeza, me encontraba muy irritable, con niebla mental, ansiedad enorme por comer y durante el entrenamiento me sentía muy débil y ligeramente mareado. Ya con el paso de las semanas esto se ha hecho más tolerable, ya no me duele la cabeza ni tengo niebla mental. Aprendí también que la debilidad y el mareo era por la deshidratación, así que ahora me aseguro de estar hidratado. En términos de calorías, aunque pareciera ser un cambio muy abrupto, a total semana solo e

Los límites de tu percepción.

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 A la orilla de un tranquilo lago, rodeado de majestuosas montañas, vivió alguna vez un campesino muy sencillo y trabajador.  El campesino tenía muchos años trabajando en su finca y estaba ya algo cansado de la rutina y las arduas labores que implicaban el mantenimiento de la misma, así que se decidió a vender su propiedad. Solo tenía un pequeño problema, no sabía cómo redactar el anuncio, por lo que se apresuró a bajar al pueblo para pedirle ayuda al poeta de la comunidad.  Y llegó a él a muy buena hora. Precisamente el poeta estaba por emprender un largo viaje, pero ante la fácil faena solicitada, ayudó al campesino con gusto y posteriormente a ello, partió. A los tres meses, a su regreso al pueblo, el poeta acudió a la finca para conocer a los nuevos inquilinos y presentarse. Pero grata fue su sorpresa al llegar y encontrar a su viejo amigo.  Curioso e incrédulo, preguntó al campesino si no había tenido éxito con la venta de tan grandioso lugar, a lo que el campesino resolvió: - Mi

El mundo a través de sus ojos.

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 "Todas las personas mayores, al principio fueron niños. Aunque pocas de ellas lo recuerdan". El Principito. -------------------------------- El fin de semana camino a la planta baja pasé por la habitación de mi niña, Sofía. Ella precisamente acababa de salirse y estaba en la cocina, así que decidí jugarle una broma y me recosté sobre su cama para hacerme el dormido y ver cómo reaccionaba cuando regresara. Sofía estaba tardando mucho en subir, así que para hacer tiempo y no quedarme realmente dormido (situación nada extraña en mí), me puse a observar su cuarto desde la perspectiva de su cama. Es una habitación bonita, muy rosa, apenas el año pasado le compramos la recámara que ella misma eligió y le emocionó muchísimo cuando llegó a casa. También tiene su cama llena de peluches con los que duerme todas las noches y le gusta tener a la mano tres cobijitas muy suaves con las que yo la arropo con cada una, dependiendo de la intensidad del frío según ella. Me gusta pensar que en

¡Light weight, baby!

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 Soy fanático del bodybuilding ya de muchos años atrás. Y en este deporte, los que conocemos, sabemos que el "king" por meritocracia es Ronnie Coleman.  Para aquellos ajenos al tema, Ronnie tiene una frase icónica que exclama justo antes de iniciar una serie y machacar a su cuerpo bajo pilas y pilas de hierro:  ¡𝑌𝑒𝑎𝘩 𝑏𝑢𝑑𝑑𝑦, 𝑙𝑖𝑔𝘩𝑡 𝑤𝑒𝑖𝑔𝘩𝑡, 𝑏𝑎𝑏𝑦!  Y resulta incluso hasta gracioso escuchar aquel tono de voz tan agudo que emite un tipo con semejante masa de músculos capaz de levantar 380 kilogramos en sentadilla libre. Y es común escuchar de cuando en cuando en el gimnasio alguno que otro individuo exclamar dicha frase en búsqueda de motivarse ante la hazaña que tiene enfrente, incluyéndonos a Santiago y a mí. Hace unos días me anoté en mi Google Keep la siguiente idea que escuché por ahí: El ser humano solo es capaz de entender y apreciar la vida a través del contraste. Gran idea. Y es que realmente no conoces el valor que tiene el levantar 120 kilos en pr

El destino del llanero solitario.

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 Por allá del 2004 me desempeñaba como ayudante general en un taller de máquinas herramientas en Monclova, Coahuila (específicamente en Estancias, los que son de allá me entenderán). Estudiaba entonces la carrera de Ingeniería Industrial en el Tecnológico de la ciudad por las tardes, y por las mañanas, con el fin de tener mis propios ingresos, me contraté en dicho taller. Había realizado ahí también mis prácticas de la preparatoria, por lo que ya me conocían los dueños y me resultó fácil entrar. Mis actividades consistían en llevar el refrigerante para las máquinas, limar los filos y dar el acabado a las piezas, cargar y descargar la camioneta, relevar al personal en sus descansos, entre otras cosas. Era un trabajo pesado, pero me gustaba, me sentía útil y era bueno en lo que hacía. Mis días transcurrían entre mi trabajo y escuela de lunes a sábado, llegaba ya muy noche a la casa de mis papás a hacer la tarea pendiente y a dormir para iniciar de nuevo. Las charlas en el taller eran ace

Descifrando el código de la tenacidad.

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 Hace unos días ví a David Goggins en Huberman Lab, que para quien no lo conoce, es el podcast del Dr. Andrew Huberman, un neurocientífico norteamericano que se ha popularizado por compartir hacks, protocolos y herramientas para mejorar nuestra productividad física y mental. Todo con base en ciencia.  Ahora, a Goggins quizá se lo habrán encontrado por ahí en algún reel o tik tok, corriendo con poca ropa bajo un sol abrasador, en algún barrio en la madrugada o a muy bajas temperaturas mientras nos da una cátedra del poder mental sobre la resistencia humana. O entrenando a morir en algún gimnasio de cadena mientras se grita a sí mismo repetidamente y todo mundo se cuestiona su sanidad:  ¡They don't know me son! ¡¿Who's gonna carry the boats, and the logs?! David es un ex Navy Seal y corredor de ultramaratones con una tenacidad sobrehumana. Tiene grandes hazañas físicas en su haber y es un creyente ferviente de que utilizamos tan solo el cuarenta por ciento de nuestras capacidades