El difícil camino hacia una vida próspera.

 A diez años de haberse estrenado, apenas el fin de semana anterior vimos la película de Interestelar, así que ahora entiendo todos aquellos elogios que había leído y escuchado de la misma. Muy emotiva.


En una parte de la película, mencionan una frase que me gustó mucho, que creo completamente cierta y que además encuentro muy atinada a la fecha:


"Una vez que eres padre, te conviertes en el fantasma del futuro de tus hijos".


En su libro Maestría, Robert Greene menciona cómo los primeros años de vida son críticos para el desarrollo de habilidades, la formación de la autoestima y del carácter de una persona. Greene señala que desde el nacimiento hasta alrededor de los siete años, los niños absorben todo lo que observan y experimentan en su entorno. 


Y dado que durante esta etapa, su cerebro es increíblemente receptivo, les permite captar e internalizar patrones de comportamiento, lenguaje, y actitudes de manera inconsciente. Y esto sitúa a esta etapa como crucial en la formación de un ser humano, ya que sienta las bases para su desarrollo futuro y su capacidad para aprender y adaptarse. Santiago tiene ya trece años y Sofi diez, y yo leí esto hace un par de años, quizá demasiado tarde para algunas cosas. 


Linda y yo nos enteramos que íbamos a ser papás un viernes de Enero del 2010. Yo tenía veinticuatro años. Estaba muy emocionado porque siempre había deseado tener una familia, a mi propia familia, pero por otro lado tenía un miedo enorme porque hasta ese momento no había sido responsable de la vida de alguien más. Y si bien, yo llevaba ya algunos años viviendo solo y era independiente económicamente, cuando tienes en tus brazos a tan pequeño e indefenso ser, entiendes realmente lo que significa la responsabilidad.


En mi caso particular, ser papá me ayudó mucho a cambiar mi forma ver la vida. Empecé a pensar en el futuro, a cuidar el entorno en el que me desenvolvía y crecía mi familia, a buscar nuestro progreso económico, a observarme, a centrarme. Obviamente el cambio no se dió de un día para otro. He cometido muchos errores y seguramente me faltan muchos hacia adelante. A veces resulta irónico como inintencionadamente puedes lastimar tanto a alguien a quien se supone eres responsable de proteger, y dejar en su inconsciente una huella de por vida, o permitir que alguien más lo haga. Pero a veces también la vida te brinda caricias al alma y ves en ellos ciertos comportamientos y actitudes que te hacen sentirte orgulloso de la persona en la que se están convirtiendo.


El fin de semana anterior, camino al entrenamiento, venía mi hijo preguntándome acerca de mi trabajo, de cómo he obtenido las promociones y el porqué nos hemos tenido que mudar varias veces. Mientras le explicaba el cómo empezamos como familia y el porqué hemos tenido qué tomar ciertas decisiones, me interrumpe y me dice que la vida de adulto parece ser muy difícil. Santiago es un buen niño, tiene muy buenas notas y en este punto de su vida ya entendió el sistema para continuar así. 


Le pregunté que si tenía amigos o compañeros a los que no les fuera del todo bien y que batallaran para llevar buenas notas, a lo que me respondió que sí.


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- ¿A ti te parece difícil la escuela? Porque parace que a algunos de tus compañeros sí. - le cuestioné.


- Mmm, no. No es difícil, solo que no hacen las cosas que tienen qué hacer y por eso batallan. - me contestó Santiago.


- ¿Y entonces qué tienes qué hacer para que no te sea difícil la escuela? - me dirigí nuevamente hacia él.


- Tener disciplina. - respondió.


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Exacto. Solo tienes qué hacer lo que debes hacer. Me gustó mucho su respuesta. 


Claro que la vida es difícil, pero si te enfocas en lo que que tienes hacer y sigues adelante, eventualmente valorarás más el sacrificio de hacer lo correcto cuando veas en ejemplo ajeno las consecuencias de no hacerlo. Aún nos quedan muchos retos como papás, espero tener la vida para ello, pero si no fuera así y en este momento tuviera que partir, me iría feliz y orgulloso de saber lo que ambos son.


Randy Pausch, antes de morir nos regaló una gran conferencia, The Last Lecture, donde nos habla acerca de cómo vivir la vida de manera correcta. Y al final de esta menciona que él no dio esa charla para las cuatrocientas personas que estaban ahí ese día en la universidad, sino para tres personas, sus hijos, para que cuando ellos crecieran, la vieran y lo conocieran. Y así, de igual manera yo espero que algún día mis hijos conozcan lo que no conocen de mí, a través de estos escritos. 


Linda y yo ya sentamos en ellos las bases de lo que son, pero ahora mi deseo es que aprendan que lo que saben no es lo que es, que lo que ven no es lo que existe, que pueden transformarse y transformar su realidad. Y que lo que les hemos enseñado hasta el momento no es necesariamente del todo correcto, pero lo hicimos con gran amor. 


Y en un futuro en su próspera vida, seamos esos recuerdos que acaricien su corazón.




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