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Mostrando las entradas de febrero, 2024

El mundo a través de sus ojos.

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 "Todas las personas mayores, al principio fueron niños. Aunque pocas de ellas lo recuerdan". El Principito. -------------------------------- El fin de semana camino a la planta baja pasé por la habitación de mi niña, Sofía. Ella precisamente acababa de salirse y estaba en la cocina, así que decidí jugarle una broma y me recosté sobre su cama para hacerme el dormido y ver cómo reaccionaba cuando regresara. Sofía estaba tardando mucho en subir, así que para hacer tiempo y no quedarme realmente dormido (situación nada extraña en mí), me puse a observar su cuarto desde la perspectiva de su cama. Es una habitación bonita, muy rosa, apenas el año pasado le compramos la recámara que ella misma eligió y le emocionó muchísimo cuando llegó a casa. También tiene su cama llena de peluches con los que duerme todas las noches y le gusta tener a la mano tres cobijitas muy suaves con las que yo la arropo con cada una, dependiendo de la intensidad del frío según ella. Me gusta pensar que en

¡Light weight, baby!

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 Soy fanático del bodybuilding ya de muchos años atrás. Y en este deporte, los que conocemos, sabemos que el "king" por meritocracia es Ronnie Coleman.  Para aquellos ajenos al tema, Ronnie tiene una frase icónica que exclama justo antes de iniciar una serie y machacar a su cuerpo bajo pilas y pilas de hierro:  ¡𝑌𝑒𝑎𝘩 𝑏𝑢𝑑𝑑𝑦, 𝑙𝑖𝑔𝘩𝑡 𝑤𝑒𝑖𝑔𝘩𝑡, 𝑏𝑎𝑏𝑦!  Y resulta incluso hasta gracioso escuchar aquel tono de voz tan agudo que emite un tipo con semejante masa de músculos capaz de levantar 380 kilogramos en sentadilla libre. Y es común escuchar de cuando en cuando en el gimnasio alguno que otro individuo exclamar dicha frase en búsqueda de motivarse ante la hazaña que tiene enfrente, incluyéndonos a Santiago y a mí. Hace unos días me anoté en mi Google Keep la siguiente idea que escuché por ahí: El ser humano solo es capaz de entender y apreciar la vida a través del contraste. Gran idea. Y es que realmente no conoces el valor que tiene el levantar 120 kilos en pr

El destino del llanero solitario.

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 Por allá del 2004 me desempeñaba como ayudante general en un taller de máquinas herramientas en Monclova, Coahuila (específicamente en Estancias, los que son de allá me entenderán). Estudiaba entonces la carrera de Ingeniería Industrial en el Tecnológico de la ciudad por las tardes, y por las mañanas, con el fin de tener mis propios ingresos, me contraté en dicho taller. Había realizado ahí también mis prácticas de la preparatoria, por lo que ya me conocían los dueños y me resultó fácil entrar. Mis actividades consistían en llevar el refrigerante para las máquinas, limar los filos y dar el acabado a las piezas, cargar y descargar la camioneta, relevar al personal en sus descansos, entre otras cosas. Era un trabajo pesado, pero me gustaba, me sentía útil y era bueno en lo que hacía. Mis días transcurrían entre mi trabajo y escuela de lunes a sábado, llegaba ya muy noche a la casa de mis papás a hacer la tarea pendiente y a dormir para iniciar de nuevo. Las charlas en el taller eran ace