La belleza en la mediocridad.

Uno de mis podcast favoritos es el de Cracks, de Oso Trava. Oso entrevista a personajes con grandes historias de éxito con un enfoque de negocios, dónde nos comparten sus experiencias y cómo superaron ciertas dificultades en su trayectoria. Hace poco empecé a leer su libro, Haz lo que importa y llegué a esta historia que me gustó mucho y me obligó a reflexionar. 

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En un pequeño pueblo de una isla turística, vivía un talentoso músico local. El músico tocaba en el acogedor bar de la esquina por un salario mínimo. Un turista que visitaba la isla quedó maravillado con su talento y sus canciones tan originales, así que decidió acercarse a felicitarlo y conversar.

- ¿Y cuántos shows haces a la semana? -

- No muchos, generalmente tres por semana - respondió el músico.

- Mmm... ¿Y porqué no haces más? - preguntó el turista muy intrigado, ya que consideraba que el músico no estaba sacando el mejor provecho de su talento.

El músico le explicó que la pequeña cantidad que ganaba de trabajar esos días por semana le era suficiente para cubrir sus necesidades y las de su familia, pero el turista insistía.

- ¿Pero qué haces con el resto del tiempo? -

- Bueno, duermo hasta la hora que quiero, trabajo un poco y juego con mis hijos. Además paso tiempo con mi esposa, voy al pueblo a ver a mis amigos, convivo mucho con la naturaleza, medito y disfruto de la vida.

El turista, con el afán de ayudar al músico a mejorar su calidad de vida, interrumpió. - Tengo un MBA de Harvard y creo que te puedo ayudar. Primero deberías empezar haciendo más shows cada semana y así ganarás más dinero y con los ingresos adicionales puedes comprar un equipo de calidad para vender tu música en línea.

- ¿Y después de eso? - preguntó el músico. El turista siguió explicando, emocionado. - Con el dinero extra que te traerán los ingresos de tu música en línea, puedes contratar a un gerente, un promotor y un asistente personal. Así en lugar de tocar en programas locales, puedes vender tu música en el mundo entero y hacerte famoso. Luego, puedes dejar esta pequeña isla y mudarte a Londres, Los Ángeles ó incluso, a la ciudad de Nueva York. A partir de ahí, puedes tener todo lo que desees.

- Pero, ¿cuánto tiempo tomará todo eso? - cuestionó el músico.

- Veinte, quizá veinticinco años. - respondió el turista.

- ¿Y después de eso, qué pasaría? - dijo el músico.

- ¿Después? Bueno. Ahí es cuando se pone realmente interesante. Cuando te vuelvas realmente grande, puedes comenzar a comprar y vender acciones. También propiedades. Y con esto ganar millones más.

- ¿Millones?, ¿en serio?. ¿Y después de eso? - preguntó el músico.

- Ah bueno, después de eso, podrás jubilarte, vivir en un pequeño pueblo isleño cerca de la costa. Dormir hasta tarde, trabajar un poco, jugar con tus nietos y pasar tiempo con tu esposa. Durante el día puedes ir a la ciudad a visitar a tus amigos. Además de convivir con la naturaleza, meditar y disfrutar de la vida. - argumentó orgulloso el turista.

- Con el debido respeto señor, eso es exactamente lo que estoy haciendo ahora. Entonces, ¿qué sentido tiene perder veinticinco años?.

”La moraleja de esta historia es que a veces, menos es más y a veces, más es menos. Lo importante es saber a dónde vas en la vida, porque es posible que ya estés ahí y no lo estés aprovechando. Tienes qué saber al menos a dónde quieres ir, porque puede que no estés tan lejos. No hay nada de malo en esforzarte por ser la mejor versión de ti mismo, pero no permitas que tus expectativas no cumplidas aún, determinen tu valor en la vida”. Oso Trava.

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Gran historia. Y es que existe la idea errónea de que desaprovechar tu talento y vivir una vida cómoda, sin retos que desestabilicen tu equilibrio personal, refleja tu mediocridad. Y no en el sentido despectivo, sino entendiendo por mediocridad el hecho de conformarte con tu estado actual y no aspirar al status quo que marca la sociedad de acumulación de bienes y consumo en exceso. Sin embargo, ¿te has preguntado cuál es el fin detrás de lo que estás construyendo?, ¿pudiera ser que ya lo alcanzaste y la inercia te juega en contra?.

Y no estoy diciendo que está mal una u otra, todo depende del objetivo del sujeto en cuestión, pero lo que sí está mal, es que no nos detengamos a construir o calibrar el fin último del porqué hacemos lo que hacemos. Porque el trabajo duro siempre paga, pero definitivamente se llega más rápido a la meta cuando este tiene un fin definido. 

Y quizá, solo quizá, pudieras estar ya en tu definición de suficiencia y a partir de aquí, entenderías la belleza en la mediocridad.



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