Los problemas del rey.

 Estudié mi preparatoria en el CBTiS 36 por allá del '00, en Monclova, Coahuila. La prepa quedaba aproximadamente a dos kilómetros y medio de mi casa, por lo que cuando salíamos me regresaba caminando. Eran treinta minutos, aún y que en aquel entonces parecía mucho, en realidad estaba muy cerca.


No soy una persona extrovertida, y en aquellos años era aún más huraño, por lo que se me dificultaba hacer amigos. Ahora veo mucho de ello en Sofi, mi niña, y me pone mucho a pensar respecto a si los rasgos de personalidad se heredan, pero ya será tema para otro dia. Hace unos meses leí una frase que me resonó, y se la compartí a ella en una charla que tuvimos respecto a este tema:


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"Un día salí a la calle a hacer amigos, y no encontré a ninguno. Después regresé a ser amigo, y encontré a muchos de ellos".


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En aquellos años era muy pocos los que tenían carro y se lo llevaban a la prepa. En mi salón había uno de ellos, Jonhatan. A Jonha se le daba naturalmente ser amigo, y por ello tenía muchos de ellos. En una ocasión, iba yo caminando a casa, era Monclova, así que hacía mucho calor. Recién había avanzado si acaso trescientos metros cuando pasó junto a mí Jonha en su carro, y se detuvo a ofrecerme raid. Yo aún no le hablaba en ese entonces, lo había visto por ahí en el salón, pero no había entablado nunca una conversación con él. De inicio me pareció extraño su gesto, no estaba acostumbrado a ello, pero obviamente me caía bien el que me acercaran, así que lo acepté gustoso.


Cuando llegamos al punto en el que él tenía que dar vuelta para tomar su camino, le pedí me dejara ahí, pero él se negó. Me llevó hasta mi casa aún y cuando esto lo desviaba. Así era Jonha, imagino que fue él quien escribió esa frase.


A partir de ahí nos hicimos muy buenos amigos. Junto con Abel, Rodo y él vivimos grandes aventuras juntos. Recuerdo que le hacíamos mucha burla porque si bien teníamos 16 años, él parecía ya todo un señor. Cuando el resto estábamos haciendo las tonterías correspondientes a nuestra edad, él siempre mantenía la cordura, nos regañaba y nos hacía entrar en razón. Empezó a trabajar muy joven, tenía a un Tío que tenía unos negocios y en ocasiones lo acompañábamos a cerrarlos y a estorbarle, más que ayudarlo. 


Conocimos a su familia porque le gustaba ofrecer su casa para hacer tareas, para cenar o simplemente para platicar. Creo que ahí caí en cuenta de porqué él era así. Su familia es muy atenta y tienen esta habilidad de hacerte sentir muy en confianza y apapachado.


Recuerdo muy bien un evento particular. Ese día yo me quedé en su casa hasta tarde haciendo tarea. Inicialmente la idea era que yo regresara a la mía en el camión, pero estaba lloviendo, a mí no me importaba, pero él se ofreció a llevarme. Nos acompañó su Mamá. Íbamos ya en camino, sobre el carril de en medio, y el carro que iba a delante de nosotros frenó repentinamente. Jonha frenó y giró hacía la izquierda para no pegarle, pero el pavimento estaba resbaloso y el carro derrapó y se dirigió hacía el camellón central, su Mamá gritaba y según recuerdo yo no (espero así haya sido), pero sí estaba muy asustado. Jonha volvió a torcer el volante a su derecha y pudo controlar el vehículo. Todo pasó en segundos. Yo tengo muy fresca la imagen en la que lo veía mientras él reaccionaba velozmente para no chocar. Él no se inmutó en lo absoluto, no se quejó, no se veía nervioso o alterado, simplemente retomó el rumbo y me llevó a casa. Teníamos 17 años. Ese día lo admiré mucho.


Pasamos muy buenos momentos juntos. Más adelante, yo me mudé a Saltillo para estudiar la universidad y, aunque dejamos de vernos con esa frecuencia, siempre mantuvimos la comunicación. Un viernes de Mayo del 2012, estaba yo ya trabajando en Sabritas en Saltillo, una mañana para mí cualquiera, llena de los grandes problemas de siempre, que si los embarques no salían a tiempo, que si tenía que rehacer mi programa de carga, que mis finanzas para el fin de semana no eran nada holgadas, etc. Esa mañana recibí un mensaje. Jonha había tenido un accidente. Y había fallecido.


Apenas unos meses antes habíamos convivido. Fue un golpe muy duro.


Estos días he escuchado mucho una canción muy bonita, Corazón de León. Esta canción la escribió Pepe Madero a un muy amigo suyo que falleció. Y me he acordado mucho de Jonha. Se te extraña. Y escribir esto me trajo muchos recuerdos.


Es muy fácil dejarte llevar por la inercia de la vida y sus "grandes problemas". A veces somos muy egoístas y creemos que nadie vive o ha vivido tantas dificultades como las nuestras. La mayoría de nosotros no conocemos los verdaderos problemas. Aquellos que te llegan una mañana ordinaria de un viernes cualquiera.


De cuando en cuando es necesario voltear a ver nuestra realidad y contrastarla con esos verdaderos problemas. Valorar nuestro privilegio. Entender que el estrés por el trabajo, esos grandes proyectos que tienes urgencia por entregar, ese desliz económico del que no ves salida, ese año siguiente tan retador que aún ni inicia, ese percance vial que no tenías previsto. No es que el problema no tenga solución, sino que aún no nos hemos desarrollado al nivel de la respuesta. 


Y todos estos no son más que detalles pasajeros que nublan nuestra visión de lo realmente importante. Porque lo que realmente importa está ahí, contigo, sonriendo mientras juegan al uno en la sobremesa. Y siempre que puedas regresar a casa junto a los que amas, empijamarse y darse las buenas noches, créeme, lo tienes todo. 


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"Su memoria es el poder que venció a la muerte. No existen palabras que, que me logren convencer. Que todo esto es real, pues su presencia aún está. Si le apetece visitar, aquí está mi casa.


Prendida está la luz. Prendida está la luz".


Corazón de León.




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