La regla de los tercios.

 Este fin de semana me tocó ir solo a entrenar. Las últimas semanas me había estado acompañando Sofi los Domingos, pero ya presentía yo que este fin no iba ir, el anterior nos costó un buen rato ponerla a tono en cuanto a la actitud para abordar el entrenamiento, y tuve qué darle la charla de que no se sintiera presionada por acompañarme, que el día que ella quisiera ir conmigo, yo gustoso aceptaría, pero de igual manera iba a aceptar si no deseaban hacerlo.


Quiero decir, cuando me acompañan me siento muy contento y orgulloso de poder compartir esa pequeña parte de mi vida con ellos, también me gusta aprovechar esos momentos para sembrarles algunas ideas que, en mi experiencia, me han facilitado la vida, y aunque quizá algunas no les hagan sentido en este momento, espero en un futuro esas ideas puedan florecer es sus mentes y les brinden sombra en su camino cuando lo necesiten. Pero no los quiero obligar. Ya entre semana hacen cada uno sus entrenamientos y con ellos es suficiente para que adopten el hábito.


En fin, por estas ocasiones en las que me acompañó Sofi, empecé a hacer cardio de nuevo, para calentar un poco antes del funcional. Tenía mucho tiempo ya que no hacía cardio. Lo que hacíamos era que nos aventábamos treinta minutos en la elíptica, que eran aproximadamente dos millas y media, y luego nos pasábamos a la caminadora con la inclinación a tope, estilo Vicente Rangel, haciendo referencia a la calle en la que viven mis suegros en Saltillo y cuya inclinación te obliga a desintoxicar tus pulmones. Otros treinta minutos en la caminadora y ya de ahí nos pasábamos a hacer entrenamiento funcional, sentadillas, planchas, presses, entre otras cosas. 


Pues aprovechando que este fin de semana fui solo, decidí aventarme trece millas. Veintiún kilómetros en la elíptica. Solo porque sí, para probarme. 


En una ocasión leí que cuando desees hacer algo que te cueste hacer, lo hables abiertamente, lo compartas. Obviamente no con todo aplica, pero a mí me ha funcionado con algunas cosas en mi vida. El ser humano por naturaleza busca ser congruente. A nadie nos gusta que nos restrieguen en la cara que lo que decimos y lo que hacemos no va en consonancia. Nos hace sentir mal. Entonces, por ejemplo, cuando empecé a ayunar lo hablé mucho en mi entorno, incluso por este medio, y ello me obligaba resistir a la tentación de probar alimento, en pro de ser congruente. Incluso ya en este momento que no me cuesta tanto resistir cuando acompaño a mis colegas a comer, si llegase a probar alimento estoy seguro que algún comentario burlesco o desaprobatorio escucharé al respecto, y me sentiré mal por ello. Y la mejor manera de eliminar esa fricción, pues es haciendo aquello que dices hacer. 


En ese mismo sentido, decidí publicar en mis estados de whatsapp mi reto personal, porque abriendo ya la boca, tocaba cumplirlo. Y no fue tan fácil. Finalizando la primera hora ya sentía los pies dormidos, pero tenía la energía suficiente para continuar, y entonces me di cuenta que la máquina no te permitía extenderte más de la hora y diez sin reiniciarse, por lo que tuve que tomar foto para ir sumando el millaje, configurar nuevamente la máquina sin detenerme e iniciar la segunda ronda. Esa segunda hora fue más difícil, y no tanto por la exigencia física, sino que mi mente me quiso traicionar muchas veces, y en mi experiencia personal, si no logras recuperar el enfoque, lo más probable es que te rindas. 


Al final logré terminar satisfactoriamente mi reto sin mayores contratiempos, fuera de que no debí cenar tan pesado, casi se me agota la batería del celular y que debí usar mi otro par de tenis que son más cómodos, todo resultó bien. Aunque el resto del día sí que la pasé mal, como con el cuerpo cortado. Definitivamente esto se prepara, y para mi siguiente ocasión no lo voy a tomar tan a la ligera y tomaré las precauciones necesarias pre y post para que el proceso sea menos ríspido.


Hoy por la mañana, durante mis dos millas ahora habituales, estaba escuchando a una corredora olímpica contar que en una ocasión, durante un entrenamiento en el que no se estaba desempeñando nada bien, su entrenador le habló acerca de la regla de los tercios.


La regla de los tercios refiera a qué durante cualquier proceso de desarrollo, ya sea en el ámbito deportivo, en el profesional, o incluso en nuestra vida personal, cuando estamos buscando progresar y alcanzar algo más grande, el proceso no siempre es placentero. Y es normal experimentar en este, una mezcla de emociones e incluso, de cuando en cuando, querer desistir.


Un tercio del tiempo te sentirás bien. Todo parecerá fluir, estarás motivado y rendirás de manera competente y sostenida. Un tercio del tiempo te sentirás increíble, te sentirás eufórico, inspirado y en total alineación con tus objetivos. Tu confianza estará a tope y parecerá que no existe limitación alguna para tu progreso. Pero un tercio del tiempo te sentirás terrible. Será muy frustrante, difícil, empezarás a cuestionarte si vale la pena el recorrido y si tiene caso continuar. 


Es normal.


La clave está en aceptar que los momentos difíciles son una parte normal del proceso de crecimiento. Y entender esta dinámica te ayudará a reducir el perfeccionismo y la autocrítica, permitiéndonos perseverar incluso cuando las cosas no van como quisiéramos.


Y esto me hizo clic. Y no por mi reto, sino porque la semana pasada, cometí un error, y me sentí muy mal por ello. El Jueves por la noche reprendí a Santiago, y dejando fuera el motivo, la manera en la que lo hice no fue la adecuada, le grité mucho, y le dije cosas hirientes. Y al día siguiente me sentía terrible y mi mente empezó a navegar por aguas turbias. No sé, me sentía muy avergonzado y en abosouta incongruencia con quien creo ser y en quien deseo convertirme. De alguna manera quería hablar con él, pero por otro lado, pensaba que mi mensaje pudiera resultar ambiguo y restarme autoridad. No veía salida clara.


Para mí fortuna, Linda me hizo entrar en razón. El Viernes por la tarde hablé con él, le dije de manera clara cuál era el mensaje que le quería entregar y me disculpé por la manera en la que lo hice. Le dije que al igual que yo les pido reconocer sus errores, disculparse y hacerse responsables de ellos, en esta ocasión me tocaba a mí hacerlo. Aceptó mis disculpas, me abrazó. Y las aguas se tornaron claras nuevamente. 


No se acabó el mundo, no era que no existiera marcha atrás, no es que ahora me hubiera convertido en un terrible padre. Simplemente estaba en un mal tercio. 


Fracasar no se siente bien. Pero es parte natural de todo proceso, y nuestros fracasos no nos definen, a menos de que así lo decidamos. Tenemos qué aprender a ser más compasivos con nosotros mismos y entender que no podemos estar siempre en el tercio de la motivación a tope. En ocasiones solo avanzamos sin incentivos obvios a corto plazo y ello pudiera obligarnos a cuestionar si estamos en la escalera correcta. O en ocasiones podemos tropezar y retroceder algunos escalones, y desmoralizarnos por esto. Pero estos contrastes, son precisamente los que te permiten valorar la vida cuando nos encontramos en el tercio del éxito. 


Te puedes cansar, te puedes caer, pero nunca, nunca desistas. Porque estoy seguro que tanto tú como yo, no dimensionamos las infinitas posibilidades que se esconden detrás de aquella puerta que deseamos alcanzar.


----------------------------------


"Nunca te detengas. Ser imperfecto es el primer paso para 

llegar a la grandeza".


Brene Brown.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Un Domingo cualquiera.

¡Sal de ahí!

Claudia.