Cuando el invierno llega.

 "Winter is coming", nos repetía constantemente la familia Stark en la famosa serie Juego de Tronos. Y no haciendo alusión precisamente a la inevitable llegada de la gélida estación, sino en referencia a la difícil etapa que estaba por iniciar, a la oscuridad que estaban por enfrentar.


Todos tenemos inviernos personales. Etapas en donde todo parece complicarse, donde la ansiedad nos consume y el tiempo pasa más lento. Un día todo tiene sentido en nuestra vida, nuestro horizonte es claro, nos sentimos seguros, las cosas fluyen en armonía y nuestras acciones están encaminadas a un objetivo definido. Pero de pronto, sin previo aviso, todo cambia. Nuestro objetivo desaparece, perdemos de vista el horizonte y ahora estamos desorientados, inseguros, temerosos. 


La incertidumbre empieza a apoderarse de nosotros y nuestra mente se llena de dudas. Dudamos de si estamos en el camino correcto, de si nuestra situación mejorará en algún momento o solo está por ponerse peor, dudamos de si somos lo suficientemente fuertes para salir de ahí, dudamos si nos merecíamos tener lo que teníamos y si esto es solo la vida colocándonos en nuestra justo lugar. Nos preguntamos cuánto más podemos soportar, y si vale la pena hacerlo.


Vi hace un par de días una reflexión muy bonita acerca del libro El niño, el topo, el zorro y el caballo. Hay una parte en esta historia en la que los personajes se encuentran perdidos, y el niño no puede ver el camino. Ante esta situación, el caballo le pregunta:


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- ¿Y puedes ver tu siguiente paso?

- Sí - respondió el niño.

- Entonces con eso será suficiente - exclamó confiado el caballo.


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Gran mensaje. Y es que es común, en momentos de incertidumbre e infortunio, tener nublado el panorama completo y no poder ver con claridad hacia donde vamos, o si estamos errando la dirección en nuestro andar. Sin embargo, en momentos así, si dejamos de intentar visualizar el horizonte y enfocamos nuestra energía en lo que está frente a nosotros, algo cambia.


Lamentarnos por lo acontecido y querer controlar lo incontrolable solo extenderá nuestro sufrimiento y debilitará más nuestra confianza. Un paso a la vez, por pequeño que sea, nos permite avanzar aún en la penumbra. Un paso a la vez nos ayuda a generar tracción y continuar la marcha, no importa si en nuestro andar el viento ofrece resistencia y el frío nos sigue lastimando. "Porque no es sobre cuán duro golpees, sino de cuán duro puedes ser golpeado, mientras sigues avanzando", nos decía Balboa. 


En esos pequeños pasos reside nuestra fortaleza. No importa si el trayecto parece interminable y el siguiente paso apenas es visible; avanzar, aunque sea un poco, siempre será suficiente.


Y de pronto, el día menos esperado, la neblina empezará a disiparse y podremos divisar de nuevo el horizonte. Todo recobrará sentido, incluso nuestro frío invierno. Porque recordemos que la vida se vive hacia adelante pero solo puede ser comprendida mirando hacia atrás. Todo retomará su orden y las cosas empezarán a fluir. Nos sentiremos seguros, con gran confianza y trazaremos nuevamente grandes objetivos personales, que estarán a la espera de que los alcancemos.


Porque si bien el invierno siempre llega, siempre se va. Y podemos vivirlo o sufrirlo. Crecer en este o permitir que el miedo y la duda nos sepulten. Pero por más crudo que sea el camino, debemos confiar en que no existe poder alguno que no ceda ante la perseverancia. Ante pequeños pasos firmes y constantes, día a día.


Un paso a la vez.


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"Porque incluso la noche más oscura terminará con la salida del sol."


Victor Hugo 




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