El radiante destello del futuro.

 En un cerrar y abrir de ojos estamos cerca ya de concluir el último mes del año. Y aunque es cierto que el fin de un ciclo en el calendario no refleja ningún cambio tangible en nuestra realidad, yo soy de los que creen que existe cierto misticismo en aprovechar estas fechas para reflexionar lo aprendido, los objetivos alcanzados y también para calibrar o fijar nuevas metas hacia el siguiente ciclo.


Tengamos claro o no hacia donde nos dirigimos, el tiempo no espera por nosotros. Un año puede significar grandes experiencias en tu camino de autoconocimiento y desarrollo; pero también, si eres de los que gusta provocarse urgencia, un recordatorio incómodo de que cada año que pasa es uno menos en tu búsqueda hacia conseguir aquello que deseas, y disfrutar aquello que ya tienes.


Escuchaba hace algunos días esta idea de que conforme envejecemos, nuestro tiempo adquiere cada vez más valor, dado que cada año tenemos menos. Pero así como como el tiempo va consumiéndose, junto con su partida, obtenemos otra cualidad que nos permite ir asignando su justa medida a cada situación, perspectiva. Y entre más temprano en la vida nos demos cuenta y entendamos esto, mejor orientadas hacia lo que realmente importa serán nuestras decisiones. Y mayor libertad nos permitirá el ir soltando los lastres del juicio ajeno, y el de nuestras propias inseguridades.


Acabo de terminar en estos días de escuchar la entrevista que realizó Jorge Serratos a Rubén Jiménez en Sinergéticos, se las recomiendo mucho. Rubén, para quien no esté al tanto, él es el creador del concepto de La Michoacana Plus, con gran reconocimiento a nivel mundial, más de 80 sucursales y que además este año nos compartió la apertura de su marca en Dubái. Es un emprendedor nato, con gran éxito y con un largo camino aún por recorrer. La historia de Rubén es muy inspiradora y vale mucho la pena darse el tiempo de escucharla. 


Ya hacia el final de la entrevista, Jorge le pide que le dé un consejo al Rubén de 20 años, y él, sin dudarlo, nos expresa dos situaciones que, desde su óptica, le hubieran facilitado mucho la vida y abierto la puerta a más posibilidades. Aprender inglés, y seguir estudiando. Y aún cuando a sus 37 años ha labrado para sí mismo un camino muy próspero, se percibe cuando habla de esto un sentimiento genuino entre culpa y nostalgia por lo que pudo ser y no fue.


A esta reacción, Jorge le transmite una historia que me encantó y que comparto a continuación:


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Una vez en una entrevista en CNN entrevistaron al dueño de una tabacalera muy importante. Fue un programa muy famoso.


En la entrevista, enaltecían al empresario haciendo énfasis en los logros que había alcanzado hasta ese momento y, con gran interés en qué era lo que se necesitaba en la vida para obtener este tipo de éxito, le pidieron a esta persona que les compartiera su secreto. ¿Qué leía, qué se tenía qué estudiar para obtener estos resultados?


A este cuestionamiento, el empresario externó que no se debía a eso, dado que él no sabía leer ni escribir. Sorprendida, la entrevistadora no daba crédito a lo que escuchaba, así que insistió.


El empresario le contó, que cuando él era joven, en la época de la primera guerra mundial, los papás solo tenían dos opciones de vida para sus hijos. Los enviaban de sacerdotes, o los enviaban a la guerra. Y como su papá no quería que fuera a la guerra, buscó a un amigo suyo, párroco de una iglesia para que lo utilizara como sacristán. 

 

A partir de ahí, el empresario cuenta que dedicó veinticinco años de su vida a barrer, limpiar, cuidar la iglesia y ayudar a crecer la comunidad. Pero un día, el sacerdote, que para entonces ya era su amigo, murió. Y llegaron un sacerdote y un sacristán nuevo. Un sacristán joven, que hablaba dos idiomas, con ideas nuevas y ganas de ponerlas en marcha. No tardaron mucho en darse cuenta de que él sin saber leer ni escribir no encajaba mucho en el perfil que buscaban para la nueva iglesia, así que le pidieron se retirara.


Él se sintió perdido, no sabía hacer otra cosa y entró en una profunda depresión. Durante su tiempo en la iglesia, acostumbraba forrar tabaco que le llevaba el padre de vez en cuando en bolsa, que era como se adquiría en aquel entonces, y en esa etapa de mucha ansiedad, tenía esta necesidad enorme por fumar, pero se dio cuenta que era muy dificil adquirirlo. Fue así que tuvo la gran idea de empezar a vender tabaco forrado, y que después evolucionaría a la empresa tan poderosa que llegó a construir.


La entrevistadora estaba asombrada de cómo había construído tal imperio de la nada.


- Imagínese - le dice. Si usted construyó todo esto, sin siquiera saber leer o escribir, lo que tendría ahora si supiera hacerlo.


- No - le contestó el empresario. Si yo hubiera sabido leer y escribir, a mi no me hubieran corrido. Y probablemente yo hubiera muerto siendo sacristán de esa parroquia.


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Gran mensaje. En general tendemos a demeritar nuestros logros y romantizamos demasiado lo que pudimos haber conseguido si hubiésemos sido diferentes, sino nos hubiera pasado tal o cuál situación, si hubiésemos tomado otra decisión. No sabemos, ni conoceremos el camino que hubiera tomado nuestra vida si las cosas hubieran sido diferentes. De lo que sí podemos estar seguros es de que quienes somos ahora, es gracias a ello. A todo lo bueno que hemos vivido y a todo lo malo que hemos superado. Y si no nos gusta quienes somos ahora, aún podemos cambiarlo, porque la vida se entiende hacia atrás, pero se vive hacia adelante.


Porque aquella oscura noche que te hiciste esa promesa de seguir adelante, tan solo para dar una oportunidad a ese pequeño destello de luz que se veía a lo lejos, trajo a tu vida todo esto. Imagina ahora lo que aún te falta por conocer, lo que el radiante destello del futuro aguarda para ti.


Felices fiestas, mis mejores deseos. Escribe lo que quieres, disfruta lo que tienes, y pelea por lo que mereces.


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"Enfócate en ser una mejor versión de ti cada día y permite que tu progreso sea tu motivación. La disciplina y la obsesión te llevarán más lejos de lo que la pasión lo haría.


El pasado está en tu cabeza, pero el futuro está en un tus manos".


Hellen Keller.




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