Solo apunta a la luna.
El fin de semana pasado tuve una conversación muy bonita con Linda. Hablábamos del momento de vida en el que nos encontramos, y de cómo han cambiado tantas cosas para bien en nuestra historia. De cómo situaciones que ni siquiera imaginábamos aparecieron en un plazo muy corto y de las posibilidades que hoy se abren para nuestro futuro.
También me hizo reflexionar sobre lo importante que es detenerse a apreciar el paisaje del lugar al que hemos llegado, antes de evaluar el horizonte y definir el próximo destino. Y sí, tiene razón. Existe este temor constante, difícil de vencer, a que detenernos nos haga perder la inercia. Hace poco vi una entrevista que le hace Oso Trava a Diego Boneta, y en una parte de la charla, Diego menciona cómo nuestras mayores virtudes también pueden ser nuestros mayores defectos. Y es un buen punto en el cual pensar.
No siempre fue así, pero en algún momento de mi vida me volví una persona profundamente determinada en perseguir sus anhelos. Y aunque esto puede verse como una virtud, conforme avanzas por ese camino y vas conquistando metas, también aparecen nuevos horizontes frente a ti. Y por alguna razón, crees que detenerte podría extinguir ese fuego interior que te impulsa a seguir conquistando. Así que sigues avanzando.
Pero, de vez en cuando, llegan momentos - como este - que te invitan a mirar hacia atrás y apreciar el recorrido. Recuerdas el temor que sentías ante la decisión de avanzar o no frente a una oportunidad. Y entonces comprendes que no fue la certeza lo que te trajo hasta aquí, sino la decisión de avanzar… incluso cuando no tenías todas las respuestas.
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"Lo que no se sueña, no se intenta. Y lo que no se intenta, jamás se conquista."
— Mario Alonso Puig.
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Al día siguiente, mientras hacía mi sesión de cardio en la caminadora, repasaba en mi mente nuestros logros y saqué de mi cartera mi lista de deseos para releerla. La última vez que la actualicé fue en diciembre del 2023. El año pasado decidí no actualizarla, porque aún no tenía claro cómo podrían hacerse realidad algunos de esos deseos; de alguna manera, mi mente no lograba ver un camino posible para que se materializaran.
Recuerdo que, poco antes de escribirla, había escuchado a Jordan Peterson hablar de que cualquiera de nosotros puede lograr lo que se proponga en cinco años, siempre y cuando se cumplan dos condiciones: tener claridad sobre lo que quieres... y alinear tus acciones en esa dirección.
¿Qué es eso que realmente quisieras tener en tu vida? Porque hablar de "abundancia económica" es ambiguo. ¿Qué número representa abundancia para ti en este momento? Y sí hablamos de salud física, ¿cómo te quieres ver? ¿Qué marcas personales te gustaría romper?
En mi caso, ganar más autoconfianza siempre ha estado en mi lista. Pero, ¿cómo se ve esto? ¿Qué habilidades tendría qué desarrollar para sentirme confiado? ¿Cómo se comporta una persona con confianza? ¿Cómo se expresa? ¿Cómo se mueve?
A eso se refiere Peterson cuando habla de tener claridad en lo que quieres. Y la otra parte, igual de importante, es dirigir tus acciones a esos deseos. Porque una vez que tienes claro tu objetivo, es más fácil reconocer cuándo aparecen esas oportunidades que podrían acercarte a él. Pero si no tienes el coraje de tomarlas, puedes estar seguro de que pasarán de largo.
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"Apunta a la luna. Incluso si fallas, aterrizarás entre las estrellas."
— Les Brown.
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Lo más común, cuando establecemos un objetivo personal, es proyectar el resultado deseado desde nuestra realidad actual. Buscamos que tenga sentido, que parezca alcanzable, que encaje con nuestras circunstancias. Pero, a veces, esa lógica es justamente lo que nos limita. Porque si solo nos permitimos soñar desde lo que conocemos hoy, nuestros sueños crecerán solo hasta donde nuestro presente lo permita.
Cuando escribí esa lista, había objetivos que en ese momento parecían inalcanzables. Incluso el año pasado, varios seguían pareciendo igual de lejanos. Pero mi tarea durante todo este tiempo fue mantener mis acciones alineadas en la dirección de mis deseos. Ser disciplinado con el ejercicio, el ayuno y con mis escritos. Exponerme a foros públicos, retarme profesionalmente. Alimentar mi día a día con contenido que me nutra. Controlar mejor mis emociones. Ser mejor papá, esposo y persona.
Nada de esto es cómodo. Y sí, hay muchos días difíciles. Pero también debemos aprender a no dejarnos vencer por esos días. A sobrevivirlos… y a seguir avanzando. Algunos de esos días difíciles de los que hoy nos quejamos son los mismos que, hace años, deseábamos con todo el corazón vivir.
Hoy todavía varios de mis objetivos parecen distantes, pero ya no inalcanzables. No debemos limitar nuestros sueños al tamaño de lo que hoy creemos ser capaces de lograr. Desarrollemos nuestras capacidades. Soñemos en grande. No importa si el camino aún no se ve claro. Tengamos el coraje de caminarlo.
Y quizá… solo quizá, cuando menos te lo esperes, tendrás la luna al alcance de tus manos.
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