Sisu.

 "Solo conoces tus límites cuando los atraviesas.” 


— David Goggins 


---------------------------


Inicié mi carrera universitaria en el Tec de Monclova, en Ingeniería Industrial. La institución debería tener algunos siete años de haber sido fundada para entonces. Y ahí en el Tec había un pequeño - pero bien equipado - gimnasio al que podías asistir si eras estudiante. 


En aquellos años, unos amigos y yo teníamos este entusiasmo por ponernos grandes, así que nos alistamos al mismo para entrenar. Rosendo, el instructor responsable del gimnasio, era todo un personaje. De esos instructores que te gritan y se aseguran de que des todo y termines tu rutina.


Al principio mis amigos y yo le sacábamos la vuelta y entrenábamos por nuestra cuenta, pero de alguna u otra manera, siempre caías en las redes de Chendo. Él nos platicaba que cuando era joven (asumo que para entonces debería estar en los 45 años, claramente muy joven aún) pertenecía a la milicia. Tenía un par de fotos donde se le veía con armas de alto calibre en algún desierto y con un turbante árabe en la cabeza. Era un tipo bajito pero muy robusto, corte estilo militar y muy fuerte.


Teníamos 18 años. Normalmente, en prensa de piernas, le meteríamos 2 discos de 45 kg y haríamos las típicas 3 series de 12 repeticiones. Chendo nos obligaba a hacer 4 series de 45 repeticiones. 45 repeticiones. Y digo que nos obligaba porque cuando empezabas a bajar la intensidad y apuntabas a parar, Chendo te gritaba y se aseguraba de que gastaras todo rastro de esfuerzo dentro de ti. Y ahí apenas empezaba la rutina.


Te parabas temblando. Te caías. Y en muchas ocasiones terminé vomitando. 


Al siguiente semestre empecé a trabajar como ayudante general en un taller de máquinas herramientas y mis visitas a ese gimnasio eran muy espaciadas ya. Para iniciar el quinto semestre me cambié al Tec de Saltillo y ahí perdí pista de él.


Definitivamente el método de Chendo no era el mejor. Hoy en día sería duramente criticado. Pero lo que rescato de este, es que en esa tortura descubrí que mi cuerpo podía entregar cinco veces más trabajo de lo que yo creía que era capaz de hacer. Del potencial que yo mismo limitaba y de la fuerza que aún tenía dentro de mí, cuando creía que ya no tenía fuerza. Esa fue una enseñanza de vida.


--------------------------- 


“Hay un punto donde el dolor deja de ser un enemigo y se convierte en un maestro.” 


— Kahlil Gibran.


--------------------------- 


Escuché hace poco acerca de un concepto que me recordó esta anécdota que acabo de narrar. Un concepto finlandés que habla de la determinación, de la valentía y la perseverancia frente a la adversidad. Sisu.


...


Sisu es la fuerza interior que aparece cuando ya no queda fuerza. La determinación silenciosa que se enciende justo cuando cualquier otra persona se detendría. Sisu es calma y profundidad. Es ese momento en el que dices: Estoy cansado y aún así, sigo. Es continuar incluso cuando el cuerpo tiembla, cuando la mente duda, cuando el corazón pesa. Sisu es levantarte sin hacer ruido, es seguir amando cuando dolió, es volver a confiar después de haber sido herido. Es seguir adelante cuando el camino no se vea claro. 


Se trata en definitiva de esa voz suave dentro de ti que dice: No te rindas, todavía hay vida, todavía hay fuego, todavía hay camino. Ese lugar se llama Sisu.


--------------------------- 


“En lo más profundo del invierno aprendí al fin que había en mí un verano invencible.” 


— Albert Camus.


--------------------------- 


Todos necesitamos un poco de esta filosofía en nuestras vidas. Y no me refiero a vivir al borde del colapso como en aquellas rutinas que nos obligaba a ejecutar Chendo. Sino para recordar que dentro de nosotros existe una reserva profunda de energía de la que casi nunca disponemos. Un shot de coraje que solo aparece cuando dejamos de negociar con nuestras excusas. Un impulso invisible que nos obliga a levantarnos cuando nadie nos está viendo. A intentarlo una y otra vez aún sin certeza, a pesar del miedo. 


Porque todos en algún momento de nuestra vida descubrimos que en la oscuridad de ese abismo que cada uno de nosotros vivimos de formas diferentes, la luz que tanto anhelamos está en nuestro interior. En lo más profundo del invierno, tú eres ese verano invencible. 


Ese es el verdadero legado de Sisu. Descubrir que, aún en los días más duros, seguimos siendo más fuertes de lo que creemos. Sisu no es fuerza física. Es identidad. Es recordar quién eres cuando lo habías olvidado.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Un Domingo cualquiera.

¿Cuál es la respuesta?

All my loving...