El precio de seguir siendo tú.
"Debes estar dispuesto a renunciar a la vida que planeaste para tener la vida que te espera."
— Joseph Campbell.
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No es que esté mal querer más. ¿O sí?
Hubo una etapa - hace muchos años - en la que me sentía prisionero de mi propia identidad. Desde el exterior podía parecer que mi vida no era mala. Todo lo contrario. Vivía solo, tenía un buen trabajo, estaba apenas iniciando mi etapa profesional y se dibujaba un buen potencial en ese ámbito para mí.
Desde afuera todo encajaba.
Pero desde adentro no. Sentía que mi vida no me quedaba, mi realidad me asfixiaba. Anhelaba profundamente una vida con un propósito mayor y, sin embargo, sentía que vestía una identidad que me reprimía.
Y cuando la vida de una persona deja de estar a la altura de sus aspiraciones, su alma se rebela.
Y aunque no es cómodo permanecer en lo conocido y terminar ajustando el tamaño de tus sueños a las dimensiones de tu realidad, abrazar la incertidumbre de un camino inexplorado resulta muy osado. Requiere mucho valor. La vida no te castiga por no crecer, pero sí te cobra por permanecer siendo el mismo.
Seguir siendo tú nunca es gratis. Solo que el precio no se cobra de inmediato. El riesgo más grande no está en cambiar, sino en insistir en vestir una identidad que ya cumplió su función.
Y para acceder a aquello que la vida tiene planeado para nosotros necesitamos estar dispuestos a renunciar a lo que somos hoy.
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"Lo que hoy te da seguridad, mañana puede convertirse en tu prisión."
— Robin Sharma.
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Recuerdo que cuando estaba por finalizar mi carrera profesional, en alguna ocasión en un simposio que organizó la institución, se presentó en el auditorio un ex-alumno que tenía ya una sólida trayectoria profesional. No recuerdo su nombre. Pero su plática iba dirigida al impacto que tenía la cultura japonesa en la calidad de vida de sus habitantes. A cómo una vida de disciplina retribuía favorablemente en todos los ámbitos a quien la ejercía.
En el momento de las preguntas, un alumno lo retó con el argumento de que el ser tan estricto en tu existir, implicaba una vida monótona y aburrida. Y él buscaba libertad, una vida en la que pudiera despertar sin un plan concreto y dejarse sorprender por lo que tenía enfrente.
El ponente escuchó atento y respondió, que si bien él no podía inferir en el propósito personal de cada uno de nosotros, la experiencia le había mostrado que aún en contra de nuestra elección, nuestra vida siempre cae en algún tipo de rutina. Así que lo mejor era crear la tuya propia y elegir cómo iniciar tus días, antes de ser arrastrado a una que no tenías planeada para ti.
Dice Carl Jung que hasta que no hagas consciente lo inconsciente, este seguirá dirigiendo tu vida, y lo llamarás destino. El pasado avanza muy rápido, y es muy fácil dejar pasar los años y procrastinar tu llamado a la acción. Anestesiamos nuestros sueños con placeres que calman el cuerpo, pero que no atienden a las preguntas del alma. Asumimos una identidad que le queda chica a nuestros anhelos, pero que ajusta a nuestra realidad.
Este último año ha implicado muchos cambios en mi vida profesional y personal. Precisamente en Diciembre del '24 recibí el mensaje en donde me invitaban a participar en el proceso para la posición que desempeño actualmente en Mercado Libre. Este año descubrí el valor del tedio, de cómo los pequeños cambios constantes a través del tiempo, las batallas en soledad, las victorias sin aplausos, generan grandes resultados y te ayudan a forjar en momentos de cambio, una nueva identidad.
El propósito quema, y a veces duele, pero le da forma a nuestra existencia, te construye. Y aunque la seguridad de lo conocido puede resultar muy reconfortante, antes de que te des cuenta se volverá tu prisión y delimitará tu progreso. Lo que te ata en sí no es tu vida, es la identidad que insistes en sostener.
Elijas o no seguir siendo tú, vas a pagar el precio. La pregunta que tienes que resolver es: ¿En quién necesitas convertirte para conseguir aquello que quieres cumplir?

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