Memorias del pasado.

Esta semana organizaron un campamento en la escuela de mi niña, Sofi. Cabe mencionar que es la primera vez que va a un evento así, por lo que estaba temerosa de aistir (al igual que yo de que lo hiciera), pero al final sí se animó. 


Nos pidieron escribirles una carta para una actividad del campamento y ayer me tocó escribírsela. Y obviamente el sentimiento brota. Pero por otro lado, me emociona mucho que, si la conserva, en quince años pueda acceder a ella y lo recuerde como algo bonito, como una fotografía impresa de nuestros sentimientos.


Hace poco, escuché un podcast en Cracks, donde hablaban acerca de cómo deberías registrar tus memorias para eventualmente acceder a ellas cuando quisieras hurgar en el pasado o revivir alguna experiencia o emoción. Gabriel García Márquez decía que la vida no es como la vives, sino como la recuerdas. Y no solo como la recuerdas, sino como la recuerdas para contarla.


Yo empecé a escribir acerca de mis experiencias por allá de mis veinte años y es bonito ver, al acceder a ellas, lo distante que estoy de algunas ideas que en aquellos años tenía y también recordar porqué tomé las decisiones que tomé. Y si bien, entonces no existía certidumbre de un futuro próspero y veo en mis escritos la frustración de no saber qué me esperaba, entender que siempre el tiempo brinda las respuestas. Porque hacía adelante la fórmula es la misma. Continúo aún con muchas dudas y en diez años que reelea esto, sé que algunas de ellas se habrán aclarado.


Para nadie la vida es fácil. Independiente al nivel en el que se inicie, siempre existirán dificultades qué sortear. Pero acceder a tus recuerdos, te permite recordar porqué vale la pena vivir. La vida no es una impresión del presente, es cómo la recuerdas. 


La vida son nuestras memorias del pasado.



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