Exige la grandeza que mereces.

   Es común dudar de nuestras capacidades y limitar nuestros sueños a las expectativas impuestas sobre nosotros; o peor aún, a lo que nuestro entorno nos ha hecho creer que merecemos. Ya sea por miedo al fracaso, por falta de visión, por un débil desarrollo del autoconcepto o simplemente comodidad, en muchas ocasiones el tamaño de nuestros sueños es reflejo de nuestras creencias limitantes. Y no podemos estar más equivocados, porque merecemos grandeza. 

En Piense y Hágase Rico, Napoleon Hill nos muestra el siguiente verso de un poeta anónimo: "Le discutí un penique a la vida, y la vida no me dio más, por más que le imploré durante muchas noches cuando contaba mis escasos bienes. Porque la vida es un amo justo que te da lo que le pides, pero cuando has fijado el precio debes aguantar la tarea. Trabajé por un salario de jornalero solo para descubrir, perplejo, que cualquier paga que hubiera pedido a la vida, esta me la hubiese concedido de buen grado". 

El universo responde a la intensidad de nuestras demandas. Y la grandeza no es un regalo, se debe reclamar con determinación. No como un acto de arrogancia, sino como un reconocimiento de nuestro valor y un compromiso con nuestro propósito. Y debemos ser conscientes de que al exigirla, también estamos enviando un mensaje al universo de que estamos dispuestos a trabajar con una pasión incansable por nuestros sueños y pagar el costo del sacrificio que ello implique. Porque si no hacemos hoy sacrificios por nuestros sueños, nuestros sueños eventualmente se convertirán en el sacrificio.

¿Porqué no exigir entonces la grandeza que merecemos? Incluso, si estuviésemos ya en la meta que nos propusimos alcanzar, ¿sacrificamos tanto y llegamos tan lejos solo para quedarnos hasta aquí? Definamos una meta más alta. Nuestros sueños deberían asustarnos.

Por allá del 2015, Linda y yo pasábamos una racha muy complicada en el aspecto económico, tenemos muy grabada en nuestra memoria una conversación una noche en la sala muy frustrados y a voz baja para no despertar a los niños, cuestionándonos el porqué no salíamos de un problema y caíamos en otro, porqué si éramos buenas personas se nos castigaba así, y preguntándonos cómo íbamos a salir de ahí. Entre más nos victimizábamos y más nos enfocábamos en nuestros conflictos, más aparecían. Entendimos entonces, después de reflexionarlo, que los problemas no nos ocurrían, simplemente ocurrían, y era nuestra responsabilidad resolverlos y seguir adelante. Por otro lado, también aprendimos que para abrir nuestro abanico de posibilidades de crecimiento, teníamos qué sacrificar. En un par de meses la situación empezó a mejorar y surgió la primer oportunidad de crecimiento. Las oportunidades estaban ahí, pero nuestro enfoque estaba mal direccionado. 

En ocasiones el cómo no nos corresponde, nuestro compromiso es hacia el qué, el cómo surgirá de las maneras menos esperadas.

"Lo que el corazón desea de verdad, la mente se lo acaba mostrando. Cuando tú buscas algo, cuando deseas algo con mucha fuerza, tu mente hará todo lo posible por encontrar aquello que tú buscas".

Marian Rojas Estapé.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

All my loving...

Cerrando círculos.