Una última Navidad.

 Por allá del 2006 participé en una dinámica para un blog que se hacía llamar Metatextos en el que se invitaba a los interesados a escribir micro relatos del tema seleccionado por el host. 


La dinámica era entretenida porque tus textos se sometían a juicio público y, entre burlas y críticas, encontrabas algún comentario constructivo. Recientemente me encontré uno con el que participé muy ad hoc a la temporada y el matiz sombrío y el tono de desesperanza me llevó a recordar aquel momento en que lo escribí.

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Una última Navidad.


El frío era entumecedor. Calaba en los huesos. Canciones navideñas y coloridas luces animaban los hogares rebosantes de alegría.


La nieve cubría las calles y sin embargo se veía en ellas a niños jugando, a familias disfrutando el estar juntos. El amor llenaba cada casa de la ciudad... excepto una.


Si en ese momento alguien se asomara por la ventana la imagen no le parecería nada agradable. La casa estaba casi vacía. Ninguna luz la iluminaba. Ninguna canción se escuchaba en su interior.


Y ahí sobre un sillón se encontraba el inquilino de tan deprimente lugar. Se veía que los años lo habían tratado mal. Su cara arrugada, su pelo blanco y desaliñado, sus ropas sucias. Se notaba la amargura en su mirada. Cualquiera diría que su mente estaba en blanco. No era así.


Cada navidad era lo mismo. Mientras afuera todos disfrutaban de las alegrías que conllevan estas fechas, él se refugiaba en casa a vivir su soledad. A recriminarse por no tener a nadie con quien compartir.


Apagó el cigarrillo. Una sonrisa se dibujo en su rostro.


-Es tiempo- se dijo.


Lentamente se levantó de la silla en donde se encontraba postrado y se dirigió con pasos temblorosos a la puerta decidido a poner fin a su soledad.


El fin a su desdicha se encontraba del otro lado.


Tomó la perilla y justo en el momento en que la iba a girar retiró la mano brúscamente y la llevó a su pecho. Sintió como su corazón se rompía. Las muecas en su cara reflejaban el dolor que lo victimizaba.


Su cuerpo inerte cayó brutalmente. Su mirada se apagó.


El tiempo cobró su deuda.

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En medio de luces navideñas y cánticos festivos, mi relato era un reflejo de la oscuridad y soledad por la que pasaba. Y hoy, al releer estas líneas, me encuentro satisfecho del crecimiento personal que he tenido. Si bien aún existe un amplio margen entre mi autoconcepto y mi ideal propio, también soy consciente que este ha ido evolucionando con el pasar de los años en un bucle de mejora continua. Y que quien escribió este relato se sentiría muy orgulloso si tan solo supiera en quién se va a convertir y las personas que llegarán a acompañar su viaje e iluminar su vida.


Hoy veo que el dolor puede conducirte a la introspección si así te lo permites. Y que podemos exprimir al máximo cada experiencia que vivimos y hacer de ellas oportunidades para nuestro crecimiento y transformación. Hoy tengo una familia que me ama con quién compartir y que me incentiva a perseguir mi mejor versión. Tengo un trabajo que me encanta, que me reta y en el que he construído una carrera que alimenta mi propósito y me ha permitido desarrollar habilidades con las que hoy puedo ayudar a los demás en su camino. Y estoy muy emocionado y expectante del futuro por venir.


Entiendo ahora que el tiempo no cobra deudas, sino que el tiempo paga en retribución a lo que realizas día tras día. Cualquier momento es bueno para reflexionar acerca de lo que hemos hecho, a dónde nos ha conducido esto y lo que debemos empezar a hacer para alcanzar nuestros sueños, pero este ambiente nostálgico y el cierre natural de un ciclo, pudieran ayudar a ser ese parteaguas en tu vida hacia una transición a un mejor tú. Al inicio en tu camino a encontrar tu mejor versión.


Si pudiera interrumpir aquella noche, diecisiete años atrás y hacerme llegar un mensaje mientras escribía este relato, sería el siguiente: Confía en ti y en el proceso, no pierdas la fé y enfócate en tus hábitos, porque descubrirás en ellos el camino que esperas encontrar.


"Nunca cambiarás tu vida hasta que consigas cambiar algo que haces todos los días. El secreto del éxito se encuentra en tu rutina diaria".


John C. Maxwell




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