El fantasma del destino no explorado.

 "Si tuvieras un deseo, ¿qué sería lo que pidieras? ¿Gloria mientras estás vivo o calma cuando te mueras?


¿Y si quiero las dos cosas? ¿Y si sale el sol afuera? ¿Y si era cuestión de tiempo que la tormenta se fuera?"


Proof a.k.a. Dr. Manhattan.


------------------------------------------------------------


Así versa Proof una de sus estrofas en esta reflexiva canción titulada, La pregunta del millón. Y es que, ¿cuánto duran las tormentas antes de poder ver nuevamente el sol y saber que ha valido la pena, que hay esperanza?


Y si acaso tuviéramos la respuesta a esto, ¿valoraríamos de la misma manera los momentos de gloria? Seguramente no. 


Los seres humanos tendemos a adjudicarle valor a algo en contraste con su opuesto. Apreciamos la compañía de aquellos que amamos porque conocemos el pesar y el vacío de la soledad. Deseamos abundancia y prosperidad porque hemos experimentado carencias. Y nos deleitamos en el éxito porque hemos palpado el sacrificio que implica recorrer el camino para llegar ahí. No existe el éxito sin la adversidad, y ello implica atravesar estas tormentas.


Y "atravesar" está escrito con propósito, porque es una palabra poderosa. Hay una metáfora que nos habla precisamente de ello:


------------------------------------------------------------


Tanto los búfalos como las vacas, pueden sentir cuando se aproxima una tormenta. En campo abierto, cuando una manada de vacas se cruza con alguna, huyen temerosas de la misma, lo cual provoca que retrocedan en su camino y, dado que la tormenta avanza en la misma dirección, las moje durante más tiempo del que hubiera resultado si continuaran avanzando de frente. 


Por el contrario, los búfalos saben esto, así que no huyen. Los búfalos avanzan hacia ella. Saben que se van a mojar, saben que va a haber truenos y ráfagas de viento, tienen miedo; y aún así, no evitan el dolor, deciden atravesarla. En consecuencia, salen de esta más rápido y con una confianza fortalecida para enfrentar la siguiente batalla.


------------------------------------------------------------


En alguna ocasión escuché un discurso de Ed Mylett en el que nos hablaba acerca de que uno de los mayores infiernos a los que se puede enfrentar el hombre es aquel cuando, llegado el momento de su muerte, descubre frente a sí todo aquello que pudo ser y no fue. Conocer cuando ya no hay vuelta atrás al fantasma de su potencial y ver materializadas las posibilidades con las que alguna vez soñó, y que con el tiempo fue sepultando bajo capas y capas de excusas, falta de disciplina, miedos y procrastinación.


Cada uno de nosotros en algún momento de nuestra vida deberíamos caer en cuenta de que lo que hacemos día tras día nos lleva inevitablemente a algún lugar, hayamos definido el mismo o no. Y en esta realización, entender que tenemos total control sobre nuestro rumbo. Nuestro pasado no determina nuestro destino; sin embargo el presente sí lo hace, por lo que si nos enfocamos en este, en lo que podemos controlar y provocamos estos pequeños cambios, disciplinada y consistentemente, eventualmente evolucionará. Porque todo sucede en pequeño, antes de que el resto lo vea en grande.


Y es natural tener miedo, evitar la incomodidad y buscar el confort. Nuestro cerebro incluso nos incitará a ello en su afán de protegernos. Pero si queremos desarrollarnos, fortalecer nuestra confianza y progresar en el camino personal desde el autoconcepto a alcanzar nuestro autoideal, debemos ofrecer resistencia a esto, ser disciplinados, enfrentar nuestras tormentas y continuar avanzando, sin importar qué. Hasta que llegado el momento, al final de nuestra vida, aquel fantasma del destino no explorado al que llegamos en algún momento a temer, sea ahora nuestro reflejo. El reflejo de aquel que con valor y determinación emergió de cada tormenta a las que en su vida enfrentó.


"No es la fuerza del viento lo que define tu destino, sino la firmeza con que decides navegarlo."


John C. Maxwell




Comentarios

Entradas más populares de este blog

¡Sal de ahí!

Hace poco tuve un sueño…

Un Domingo cualquiera.