No olvides tu porqué.
El día Lunes regreso a mis labores profesionales después de un periodo vacacional de dos semanas que me tomé para disfrutar con mi familia. Este verano no salimos de viaje, pero vino a visitarnos Dirce, una prima de Linda. Aprovechamos para pasearla y también fue un gran pretexto para revisitar algunos de los lugares tan hermosos a los que teníamos años de no ir.
El primer día estuvo algo atropellado, porque a casi diez minutos de llegar al aeropuerto de CDMX a recogerla, Linda le escribió para que nos enviara su ubicación en tiempo real y no batalláramos en encontrarla, resulta que su ubicación era en el famoso Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, nada más a una hora de donde estábamos en ese momento. Afortunadamente ninguno de nosotros teníamos prisa, y el malentendido era muy comprensible. Dirce una noche antes le había enviado a Linda el screenshot del vuelo para que viera a qué hora llegaba, y ahí decía claramente AIFA, pero por otro lado, el sistema de activación reticular ascendente de Linda (leer mi publicación de Sara) estaba buscando la hora, no el lugar, y uno no asume que las personas cuando dicen que van a volar a México sea al AIFA.
Pues en fin, con una buena anécdota, un poco de hambre y unos sandwiches paseados para mitigarla, nos dirigimos a Texcoco por ella. Estuvo casi una semana por acá. La llevamos a Valle de Bravo, a La Purísima y al cafecito de Harry Potter, a ver a los changos dormir en el zoológico de Zacango, a CDMX, caminamos por la noche en medio de la exposición de las vacas rumbo al Ángel de la Independencia para tomarse su foto. También nos dimos todos unas muy buenas bocanadas camino al Monumento a la Revolución cuando pasamos por una nube de orégano o algo por el estilo que degustaba por ahí un grupo de citadinos, y como cereza del pastel se logró también una gran foto en el Monumento.
La llevamos a qué conociera El Oro y disfrutamos unas ricas pizzas en un carrito que tenía una pareja cerca de la plaza principal. Nos platicaban que ellos vivían en la Ciudad de México y migraron ahí por falta de oportunidades y para huir del bullicio de la ciudad. Y como por arte de magia se les fueron acomodando las cosas para que lograran establecerse e iniciar su negocio. En resumen, fueron muy buenos días. Todos los disfrutamos mucho.
Cuando mi esposa y yo éramos novios, por allá del 2009, yo trabajaba en San Luis Potosí y ella vivía en Saltillo. En unas vacaciones de verano, Nora, la Tía de Linda y Mamá de Dirce, nos hizo el grandísimo favor de llevar a Linda a San Luis a verme. Fue un gran gesto de su parte. Y según la historia, decía Lao Tsé que el agradecimiento es la memoria del corazón, así que ahora nos tocó agradecerle un poco a Nora el detalle.
Estas vacaciones he dormido más de lo normal y por lo mismo, he estado yendo a entrenar al gimnasio como a las nueve de la mañana. Hoy mientras me aventaba, ya para finalizar, mi cardio en la caminadora y veía reels en Instagram, tuve una gran revelación. Era un reel de un anime en el que mostraban a un boxeador que llegó a casa después de un duro entrenamiento y encontró a su madre, con las manos lastimadas cosiendo un viejo costal de box. Ella le dijo que no se preocupara por eso, que él tenía que cuidar sus manos para poder seguir entrenando. Él, con una gran convicción, le prometió que entrenaría muy duro y daría lo mejor de sí para ser el campeón y sacarla de ahí. Ser campeón no era el fin, era el medio.
Y esto me recordó algo. Recuerdo que hubo una época por allá del 2014 en el que escuchaba mucho a Eric Thomas, un orador motivacional norteamericano que utilizaba en sus discursos la frase: ¿Cuál es tu porqué? Eric decía que cuando encuentras realmente tu porqué, este te motiva a dar lo mejor de ti y seguir día a día, te vuelves imparable.
A veces, con el tiempo, tu mente se va nublando y empiezas a dejarte llevar por lo material, por el reconocimiento externo, por tu ego. Olvidamos el porqué. Y hoy lo recordé.
Yo no me levanto a entrenar todos los días porque quiero ser más fuerte físicamente. Yo entreno todos los días porque he encontrado en ello que me brinda un muy buen estado anímico, me da seguridad, fortaleza mental, me ayuda a controlar mis emociones, a construir disciplina, y ello me permite mostrar una mejor versión mía a la gente con la que convivo, y a mi familia.
Yo no doy lo mejor de mí en mi trabajo para ganar más dinero, yo doy lo mejor de mí en mi trabajo para no tener qué administrar la gasolina porque sino no llegamos a fin de quincena como lo hacíamos en el 2010, o para no tener qué mortificarnos y sentir que se nos viene el mundo encima si se nos enferma un niño o nos surge un imprevisto. No lo hago para acumular riqueza, lo hago para permitirle a mi familia opciones y disfrutarlas con ellos.
Yo no busco progresar y avanzar jerárquicamente en mi trabajo por el reconocimiento profesional, o por la influencia que te otorga. Yo busco progresar para ayudar a los demás como lo hicieron conmigo, para demostrar que cualquiera que se lo proponga, no importa el contexto en el que se desarrolló, puede hacerlo. Para regresar un poco de lo mucho que me ha dado al negocio. Para ayudar a los míos.
Todos tenemos un porqué, solo que en ocasiones hay qué desempolvarlo un poco para empoderarnos y aclararnos el panorama.
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"Cuando encuentras tu porqué, encuentras también una manera de hacer que suceda, se acaban las excusas".
Eric Thomas.
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