Mundos imaginarios.

 Esta última semana y media estuvimos en Monterrey y Saltillo porque tenía agenda de trabajo qué atender por allá. Afortunadamente coincidió con Semana Santa y los niños estaban libres, así que aprovechamos para viajar en familia y ver a los nuestros. Ayer precisamente regresamos a casa. Es un viaje medianamente largo y si todo sale bien y solo con las paradas necesarias, son aproximadamente nueve horas y media. 


Un día antes de regresarnos, pasé a Sanborns a recordar viejos tiempos. Por allá del 2006 me gustaba mucho ir ahí a pasar el rato viendo los títulos nuevos de lectura entre libros y cómics que acababan de llegar. Me podía pasar toda una tarde viendo y hojeando los ejemplares que tenían en la sucursal. Y si bien eran muchas las visitas, muy pocas de ellas regresaba a casa con alguna compra. En ese entonces era un lujo muy caro.


Mi interés en la lectura inició desde pequeño, en gran parte me refugiaba en ella porque en aquellos años era muy introvertido, por lo que me resultaba más fácil vivir todas esas aventuras imaginarias a llevarlas al plano real. También ayudaba que Papá tenía una biblioteca algo diversa, aunque muy cargada al área técnica que desempeña, pero en la que encontré también muchas joyas como Tus zonas erróneas, El enigma del hipnotismo, Lobo, La suerte existe, entre otras. Por otro lado tenía también muchas novelas del viejo oeste entre las que conocí mi primer libro favorito: Los jinetes fantasmas de Goldspurd. 


Este libro lo leí cuando tenía diez años, y lo que me maravillaba era que el libro tenía muchos finales a los cuales accedías dependiendo de las decisiones que tomaras a través de los capítulos. La idea que transmitía este libro era que no tenemos un destino escrito, tenemos varios destinos, algunos muy distantes de otros. Y el conjunto de decisiones que conforman tu personalidad y vas tomando a lo largo de tu vida, va desbloqueando esos caminos que te llevan al final de tu viaje. Por cierto, Linda me regaló ahora en nuestro aniversario un ejemplar de este libro. Gran regalo.


Regresando a Sanborns, me dió mucha nostalgia recorrer otra vez esos estantes y ver la cantidad tan grande de títulos nuevos y ejemplares ahora de cómics que parecen libros. Le compré estos tres que muestro en la foto a Linda y a los niños, aprovechando el viaje y para regalarles un poco de ese mundo imaginario y de conocimiento que otorga la lectura.


Dice Robin Sharma que uno no termina un libro siendo la misma persona que era al iniciarlo. Y espero poder sembrar esa semilla de curiosidad en mis niños que les permita descubrir esos mundos alternos y cultiven su desarrollo también en compañía de grandes mentores.




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