La fragilidad en la ilusión de una perpetua armonía.

 Soy una persona de rutinas. Desde muy joven, cuando empecé a interesarme y trabajar en mi crecimiento personal, encontré en ellas una manera muy eficiente de optimizar tareas en mi día a día, evitarme imprevistos, y eventualmente provocarme hábitos que estaba buscando desarrollar. 


Desde cosas tan simples como dejar siempre las llaves en el mismo lugar, poner a cargar mi reloj todos los Lunes, o mis audífonos Lunes y Jueves, estacionarme en el mismo piso, preparar mi ropa del día siguiente para el trabajo y el gimnasio todas las noches en el mismo orden, y rellenar el recipiente del agua sobre mi buró cuando esté a un cuarto de terminarse. Hasta actos de mayor impacto personal, como el que siempre que me llega un momento de eureka, anotarlo en mi Google Keep para que no se desvanezca, levantarme temprano, hacer ejercicio, despedirme de Linda todas las mañanas y desearle un buen día o dar las buenas noches a mis hijos siempre. Llueva, haga calor, mucho frío, me encuentre enfermo, triste o desmotivado, esté o no en casa, hago lo mismo, religiosamente, todos los días. 


Y de cuando en cuando agrego a mi vida nuevas rutinas, como lo es el ayuno ahora. He encontrado que todos estos microprocesos me ayudan a fortalecer mi disciplina. Me hacen sentir en paz, en control, en armonía.


Pero también tiene una desventaja. Soy muy predecible. Tenía casi veintiún meses, desde que cambié mi lugar de trabajo a Santa Fé, en CDMX, haciendo por las mañanas lo siguiente: Salgo de casa aprox. 5:10, cuarenta minutos de camino a un gimnasio en una plaza comercial a quince minutos de mi corporativo, guardo el boleto del estacionamiento en mi cartera, junto a mi efectivo, entreno de 6 a 7.15, me meto a bañar, me visto, me acicalo, guardo todo en mi maleta y saco mi cartera, celular, llaves y demás de mi cangurera (de esas que usan los profes de educación física y los papás de cuarenta). 


Siempre traigo esta cangurera conmigo, pero sí hay un lapso de diez minutos a lo mucho en que la guardo en el mismo lugar, abajo de mis otras cosas, mientras me alisto, y la pierdo de vista. Pues el viernes de la semana pasada cuando me dirigí a pagar ya el boleto del estacionamiento, para mí sorpresa solo traía en la cartera el boleto. Se llevaron todo mi efectivo.


Afortunadamente solo fue eso, mis credenciales, tarjetas, llaves del carro, celular, etc, estaban ahí. Iban por el efectivo, pero está claro que me tenían estudiado. Ello es lo que me causa más conflicto, las personas que estábamos ahí ese día eramos los mismos que nos vimos los últimos veintiún meses. Se sentía un ambiente de confianza y haciendo memoria, no llego a imaginar quién pudo abusar de ella y porqué. Pero bueno, no todos los problemas tienen una causa profunda, quizá solo decidió aprovechar la oportunidad y ya. Obviamente hacia adelante no me siento tranquilo, mi armonía fue trastocada. Y como no puedo controlar lo que los demás hacen, y cuando tu entorno no cambia, lo que necesitamos hacer es cambiar nuestro entorno, pues me toca cambiar mis rutinas.


A partir de esta semana, idea de Linda, estoy yendo a un gimnasio a cinco minutos de mi casa para entrenar de 5 a 6.25, y regreso a bañarme nuevamente para salir ya al trabajo aproximadamente a las 7.15. 


Ventajas: Tenía desde el 2016 que no me bañaba en casa por las mañanas, es una maravilla, veo a mis hijos antes de que se vayan a la escuela aunque sea solo para despedirlos, y también me gustó entrenar en el nuevo gimnasio. Desventaja: el tráfico matutino. Aunque de la semana en realidad solo me tocaron dos días con el trafico un poco más intenso, muy tolerable.


En ocasiones la vida va fluyendo tan bien, que nos creamos la ilusión de una armonía perpetua. Y no está mal el tropezar con este tipo de situaciones banales, que nos permitan recordar la fragilidad de la misma, para que volvamos a apreciar lo que tenemos, lo que hacemos, lo que somos. No voy a dejar de ser una persona de rutinas, no debemos cambiar nuestra naturaleza porque alguien o algo nos afectó. James Clear dice que nuestras rutinas crean hábitos y los hábitos constituyen nuestra identidad. Y también soy un fiel creyente de que el universo no te entrega más de lo que tú abonas, por lo que tenemos qué asegurarnos de siempre tener el saldo a favor.


Tomo esta frase prestada de una publicación que compartió mi hermano de un rapero español:


"La vida es simple, recibes de lo que has dado y para ser feliz, tan solo hay que olvidar el pasado".


Kase O.




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