El fin de un viaje inolvidable.

Transcurría Enero del 2011. En aquel tiempo, Linda y yo estábamos rentando el lugar en donde fundamos nuestro primer hogar, una casita muy pequeña al noroeste de Saltillo. Precisamente un año atrás, abríamos temblorosos el sobre del laboratorio que contenía la noticia que nos iba a cambiar la vida para siempre. Es increíble cómo se puede transformar tu realidad en tan corto tiempo. Ya para entonces, Santiago tenía cuatro meses de haber nacido, estaba muy chiquito. Y era un invierno muy crudo, el más duro en muchos años. Hacía diez meses que había llegado de nuevo a esta hermosa ciudad, en la que egresé de mi licenciatura. Los últimos dos años, por mi desarrollo profesional, estuve residiendo en San Luis. Pero ahora necesitaba de manera urgente una oportunidad de ingreso económico aquí, para proveer a mi familia. Y esta oportunidad me la otorgaron dos personas maravillosas, María Elena y Ambrosio, en la Planta de Sabritas. En ese momento, este trabajo parecía representar un ligero ...