El costo del éxito.

 La semana pasada tomó cierta relevancia en redes sociales la renuncia que expresó Ed Maverick a ser figura pública. Para quien no lo conoce, Ed es un compositor y cantante mexicano, originario de Delicias, Chihuahua, que se desenvuelve en el género del Folk. 


En lo personal, me gusta mucho su trabajo, tiene este estilo nostálgico de pueblerino abandonado por el amor y con un tono de voz muy peculiar. Al inicio de la pandemia, su carrera empezó a explotar y se trasladó a la CDMX para aprovechar la ola; sin embargo, el resultado de esto no fue del todo favorable. Entre su personalidad tímida y que en determinado momento se desencadenó mucho odio en su contra en redes sociales, Ed empezó a mostrarse vulnerable en sus presentaciones en vivo, y la masa virtual, al contrario de lo moralmente esperado, incrementó su ataque.


Regresó a su tierra y se alejó parcialmente del ojo público hasta que finalmente, la semana anterior nos comunica su renuncia a ser una persona famosa. Lamentable. Por un lado que como sociedad perdamos total empatía para con un ser humano y por más que se considere un juego, no nos demos cuenta que estamos lastimando emocionalmente al receptor del mismo. Y, por otro lado, que el éxito que de inicio imaginó Ed, sea opacado por el costo que este conlleva. El éxito, independientemente de lo que signifique para cada uno de nosotros, definitivamente tiene un costo. Y si tenemos bien definida la meta, tenemos también qué ser conscientes  y estar dispuestos a pagar el precio que implica recorrer la travesía.


Hace poco vi una entrevista que le realizaron a Elon Musk en dónde habla precisamente de esto. Musk menciona que las personas quieren ser como él, pero realmente no saben lo que implica, por lo que en realidad solo creen que quieren ser como él. El estrés que genera liderar organizaciones tan grandes y ser responsable una cantidad enorme de familias, la cantidad de horas de trabajo que le dedica y el sacrificio de tantos momentos con sus seres queridos y amigos. El estar expuesto constantemente al juicio público. Son pocos los que están dispuestos a pagar ese precio. 


Todos tenemos conceptos de éxito diferentes, pero una vez que tengamos definida nuestra meta personal, nuestro enfoque no debe estar orientado hacia el resultado deseable, sino hacia el tipo de persona en quien tenemos qué convertirnos para alcanzar ese resultado. Porque si no tenemos claro esto desde el inicio y en el camino no aprendemos a manejarnos en este nuevo estándar de vida, nuestro cerebro lo va a rechazar, y desafortunadamente lo más probable es que fracasemos. Y si esto llegase a pasar y no estamos dispuestos a transitar nuevamente el camino, tampoco está mal redefinir nuestro concepto de éxito y cuestionarnos: 


¿Estamos dispuestos a pagar el precio de la disciplina o, por el contrario, elegimos pagar el precio del arrepentimiento?


"𝘗𝘦𝘳𝘮í𝘵𝘦𝘮𝘦 𝘤𝘢𝘦𝘳 𝘴𝘪 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘢𝘦𝘳. 𝘈𝘲𝘶𝘦𝘭 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘮𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘦𝘳𝘵𝘪𝘳é, 𝘮𝘦 𝘢𝘺𝘶𝘥𝘢𝘳á 𝘢 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦".


Baal Shem Tov.




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