No he escuchado la campana.

Hace un año y medio me invitaron a liderar una operación con un gran peso en la facturación del negocio y para la cual no tenía experiencia. Si bien, fue una noticia que me cayó de sorpresa y no había trazado esa ruta en mi crecimiento profesional, a nivel personal resultaba favorable. En nuestro paso por Toluca en el 2018, Linda, los niños y yo nos quedamos encantados de vivir ahí, nos gustó mucho el clima, los lugares que frecuentamos y los amigos que hicimos. Y a nuestro regreso a Monterrey, partimos con la esperanza de algún día volver a establecernos por estos rumbos.

Al día siguiente de la oferta, agradecí la confianza que me brindaban para tal posición y acepté el reto.


"Date la oportunidad de vez en cuando de ser principiante de nuevo, nadie empieza siendo excelente."

Al segundo día en la operación, recuerdo que ya en la noche camino al hotel, hablando con Linda, estaba tan frustrado que le dije que era la primera vez que creía haber cometido un error con mi carrera. Me sentía tan inútil y no entendía absolutamente nada; sin embargo, habiendo estresado tantas veces mi zona de confort, conozco perfectamente las etapas de cambio así que en este punto la estrategia era: confianza y paciencia.

A los cuatro meses, si bien estaba muy lejos de entender la operación a detalle, ya tenía los contactos suficientes para saber a quién acudir para resolver mis dudas, habíamos desarrollado un muy buen nivel de confianza como Equipo, los resultados de negocio marchaban bien y aunque diariamente en la operación resultan conflictos nuevos, nada que me robara mi paz mental. Mis jornadas laborales eran muy intensas, me levantaba a las tres de la mañana y regresaba entre nueve, diez e incluso en ocasiones casi a la medianoche sin mover mi alarma del siguiente día. Pero no me molestaba, tenía poco con ese ritmo y en ese entonces parecía sostenible.

"Ningún mar en calma hizo experto a un marinero."

Mi primer reto importante llegó en Octubre. Por alguna razón y gracias a ciertos malentendidos, se empezó a friccionar la relación en mi Equipo. Se formaron bandos y se podía palpar un ambiente terriblemente tenso. Nunca me había pasado. Tuve charlas uno a uno, sesiones grupales, llamadas de atención, fijé objetivos en común, realizamos algunos cambios y poco a poco, logramos recuperar la armonía que nos caracterizaba. Para Noviembre, dada la temporalidad, la carga de trabajo empezó a incrementarse y una pregunta empezó a rondar mi cabeza. En mi trayectoria en la empresa, me ha tocado ver a colegas enfrentar retos muy grandes y que los han sometido a un estrés tan fuerte durante un tiempo considerable, que en aquellos que resisten, les permite desarrollar habilidades intrapersonales muy valiosas. Yo no me había enfrentado a un reto así. Y la pregunta en mi cabeza era: ¿Cuándo me tocará enfrentarlo?.

"Ten cuidado con lo que deseas, porque puede convertirse en realidad."

En Enero inició el caos. Aún y que la temporada alta había terminado, la demanda continuaba muy fuerte y esto, aunado a otros factores en términos de recursos y situaciones operativas, se convirtió en una bola de nieve cuesta abajo que terminó por aplastarnos. Afectamos el servicio de los clientes, nos colocamos en el spotlight y no para bien. Iniciamos una serie de conferencias diariamente, varias veces al día, para compartir el estatus de la operación a nuestros líderes, nada amenas ni favorables para nosotros. En paralelo teníamos qué asegurar la operación estuviera trabajando a su máximo para evitar hacer más grande el rezago, que no siempre nos resultaba. Chats 24x7, conferencias Sábados y Domingos. Estrés todo el día, todos los días.

En Abril llegó mi punto de quiebre, en este punto las jornadas tan extensas ya no parecían tan sostenibles, había semanas en las que dormíamos veinticinco horas en toda la semana, y mi regreso a casa me tomaba hora y veinte. Estaba cansado, muy cansado. Y más allá de eso, no le veía fin y el estrés me estaba afectando mucho a nivel emocional. Me despertaba estresado y con dolor de cabeza, alerta siempre de lo que estuviera pasando.

Recuerdo que en una ocasión llegué ya muy noche, Linda estaba dormida y la desperté para avisarle que ya estaba ahí. Solamente me preguntó cómo estaba... y me solté. Supongo cuando eres padre de familia y eres el proveedor del hogar, asumes que tienes qué aguantar todo porque de ello no solo dependes tú. Por otro lado, soy un fiel creyente de que si no superas un reto a nivel personal, el mismo regresará a ti más adelante vestido de otra forma, y si desistes, todo el esfuerzo habrá sido en vano. ¿Pero en qué momento se tiene qué desistir para no sacrificar la salud mental? Esa línea es la que no sé identificar. ¿O se tiene qué sacrificar la misma en pro del crecimiento personal?.

Linda no iba a resolver mi conflicto, pero esa charla fue lo que necesitaba para seguir. Ella me pidió que desistiera, que no valía la pena arriesgar mi salud, incluso mi seguridad, si lo que ella y los niños querían era a mí, no los bienes materiales que gracias al trabajo teníamos. Linda y yo construímos todo de cero, y en aquellos años podíamos arriesgarlo todo porque no teníamos mucho, pero cuando ya tienes algo, cuando conoces el confort que el dinero te brinda, el miedo a perderlo aparece. En ese momento entendí, que nosotros fundamos todo en el amor, únicamente con la intención de formar una familia, estar juntos y tener una vida digna. Nadie nos lo regaló, nosotros lo construímos. Y lo construímos gracias a qué en el viaje y a través de todas las experiencias nos convertimos en las personas que tienen esto, que consiguen esto. Por lo tanto, si lo perdíamos, podríamos construirlo de nuevo. Y eso me liberó.

Al día siguiente algo cambió. No la operación, no el entorno, algo en mí cambió. El estrés ya no me afectaba, no al mismo nivel. Mis ideas estaban más claras, mis decisiones eran más acertadas y el rumbo empezó a mejorar.

"En la vida como en el boxeo, no todos los golpes son para dañar. La mayoría son para mantenerte presente, para marcar el ritmo, para hacerte notar."

A partir de aquí la estrategia se llamó: consistencia. Estar presente, todos los días, afianzar tus relaciones, proponer, resolver, ser constante y disciplinado. Y esperar la oportunidad.

Esta oportunidad llegó en Junio. Mucho antes de lo esperado. Se aperturó una posición central en Transporte que significaba un crecimiento. El área en donde me forjé, una posición corporativa, que me iba a permitir nuevos foros, estar rodeado de gente con gran talento de la cual puedo aprender muchísimo, nuevos retos, más tiempo con mi familia y un boleto de al menos tres años más de residencia aquí. Así que obviamente externé mi interés y me invitaron a participar para la misma.

Tengo ya dos semanas en mi nuevo rol y estoy muy emocionado. Si bien poseo ya una base sólida de conocimiento y experiencia en el área, el ambiente corporativo es completamente nuevo para mí. Soy un aprendiz nuevamente.

Y seguramente vienen tiempos difíciles (etapas del cambio), pero como decía Mickey, el entrenador de Rocky:

"Levántate y pelea, un round más, no he escuchado la campana. Levántate hijo de perra, porque Mickey te ama..."

Comentarios

Entradas más populares de este blog

All my loving...

Cerrando círculos.